Una faja no es un tema de belleza: es de salud
Desde el siglo XVI, cuando las mujeres en las cortes y la alta sociedad europea utilizaban corsés, la idea de adelgazar la cintura ha sido constante. Si bien los cánones de belleza han cambiado de una época a otra, y antiguamente belleza no era sinónimo de delgadez, la cintura, específicamente, sí ha sido idealizada como una zona del cuerpo que se ve mejor si su talla es menor.
Sin embargo, no se debe sacrificar salud por belleza. Un corsé seguramente trajo a su portadora espasmos musculares, problemas de circulación, flacidez, deformación paulatina del cuerpo y alteraciones del sistema linfático, entre otros. Eso se ve igualmente con una faja apretada, pues su uso continuo trae flacidez en la zona porque el músculo se habitúa a la posición, pierde tonicidad y se relaja al quitar la faja.
Una faja, entonces no es una decisión ligera. Debe haber una asesoría profesional. Lo importante con una faja es que, si bien hace ver delgado y estilizado el cuerpo, mantenga la columna vertebral en la posición correcta. Otro efecto es que dada la compresión que se ejerce, la sensación de llenura al comer es mayor, facilitando un menor consumo de alimentos.
Para casos específicos, como postembarazo, postcirugías, etc, es clave el acompañamiento especializado. No se recomienda en estos casos el uso de fajas por más de tres meses, por las razones ya mencionadas. En conclusión, una faja no es realmente un tema de belleza. Es de salud.